sábado, 9 de septiembre de 2017

La mirada de Anna Gabriel

Este blog ha estado en silencio por mucho tiempo. Hubo un momento en que tuve la sensación de que me estaba repitiendo y simplemente paré. Pero el espectáculo bochornoso de hace unos días en el Parlamento de Cataluña me ha generado una serie de sensaciones que me apetece plasmar de forma algo ordenada.

Eso que ha dado en llamarse el “procés” daría argumento para mil y una historias, algunas incluso muy divertidas, si no fuera porque maldita la gracia que tiene esta siembra de odio.

De lo que no cabe duda es que sus principales actores constituyen todo un elenco de ópera bufa. Es inevitable ver en el “Molt Honorable President de la Generalitat” a un bufón de opereta, con ese flequillo indómito y los ademanes algo torpes que le caracterizan. Aunque más bien habría que pensar en un guiñol, si consideramos que son otros los que deciden sus palabras y movimientos. Y qué decir del Vicepresident, ese tipo estrábico que siempre realza su grotesca obesidad con camisas varias tallas menores de lo que debieran, y que parece siempre a punto de “romper el botijón” como en aquella memorable entrevista radiofónica en la que pedía entre “pucheros” que le dejaran ser independiente.

Hay otra “Molt Honorable”, la “Presidenta del Parlament”, gran protagonista de los lamentables acontecimientos de hace unos días. Como bien demostró, sin altura política, ni mucho menos intelectual, para ocupar un cargo al que se hizo acreedora solo por su fanatismo.

Se que es demasiado facilón recurrir a los juegos de palabras con los nombres de las personas, pero es irresistible hacer mención a cómo algunos personajes han acabado acoplándose a sus apellidos. Siempre lo he pensado de Tardà, al que parece que le falta un hervor, pero qué decir de Rufián o Fachín (si vale, es sin tilde, pero me he permitido esa licencia literaria para que cuadre con la imagen que tengo de él; Pablo Iglesias parece que tampoco lo tiene en mucha estima, y sabe bien el daño que está haciendo a su partido...).

Pero con todo, nadie que iguale a la sin par Anna Gabriel. La mujer del horroroso flequillo hachazo que realza aún más si cabe esa mirada tan inescrutable. Puede que intimide en sus poses más agresivas, pero lo que a mi me inquieta es cuando parece ensimismada. En qué piensa en esos momentos. A veces su mirada parece dirigirse al infinito, y es fácil suponer que entonces vislumbra esa tierra de promisión con la que sueña. Más oscura es su mirada cuando aparece cabizbaja. No puedo dejar de relacionar esa mirada con oscuros presagios de deportaciones, muros “trumpianos” y gulags.

No concibo cómo alguien puede asimilar a las llamadas CUPs con la izquierda. Quizás si con las peores pesadillas que a lo largo de la historia se han vinculado a este ámbito político, desde el estalinismo al “Movimiento Vasco de Liberación” (Aznar dixit), sin olvidar a los zafios Maduro o Kim Jong-un. Sin embargo hay algo en la “esencia izquierdista” (por llamarlo de alguna manera) que nos lleva a tratar de asimilar y dar cobertura a las más absurdas pretensiones humanas, basta con que se hayan dado un cierto barniz de “a contracorriente”. Y así nos ha ido pasando con Cataluña, a unos más a otros menos. Vale que todo esto seguramente no estaría pasando si en su día el PP no hubiera alimentado la “catalanofobia” recogiendo firmas contra el Estatut, y si un Tribunal Constitucional politizado a la medida del mismo partido no hubiera rechazado lo ya aprobado en referéndum. Pero de ahí a tragarnos la historia del pueblo oprimido hay una gran distancia.

Porque no podemos aceptar que nos traten de colonialistas a los que somos la parte más débil del estado. Porque si ellos son hoy en día la parte más rica del mismo, además de por méritos propios que no pongo en duda, es en gran parte por las inversiones que históricamente han hecho allí los gobiernos centralistas para contentar a la burguesía catalana (especialmente durante la dictadura, por otra parte “hipotecada” con la ayudas económicas recibidas de banqueros catalanes). Porque si ellos se hicieron grandes fue en gran parte a costa del trabajo de tantas gentes de nuestras tierras que tuvieron que emigrar, y si ahora sus hijos y sus nietos se han envuelto en la bandera del secesionismo estos nos están infligiendo una doble traición. Porque no es de recibo que cuando te has llevado el mejor trozo de la tarta digas “aquí cortamos, cada cual por su camino, lo comido por lo servido y que cada palo aguante su vela”.

No. Ya vale de “buenismo”. Hablemos en plata: estamos ante una pretensión pequeñoburguesa orquestada por politicuchos sin escrúpulos que han sabido alentar el egoísmo de muchos catalanes (hasta ahora sin llegar a alcanzar a la mitad de los que votan) haciéndoles creer que si se despojan de la parte pobre del estado vivirán mejor. Pero eso, si llegase el caso, todavía estaría por ver.