Ayer tuve que enfrentarme
con dos hechos inquietantes. El primero fue el tremendo susto de encontrar en
mi correo electrónico corporativo un e-mail de una tal Mª Dolores Cospedal, con
asunto “Felicitación de Navidad”, en el que aparece garrapateado el siguiente
texto: “Con mis mejores deseos en esta Navidad, recibe un fuerte abrazo”.
Si la remitente es quien
imagino, este mensaje me da verdadero pánico, porque ya se cuáles son sus
deseos: son más de dos años viendo cómo los cumple a costa de los sufridos
ciudadanos de esta comunidad. Así que me temo que el abrazo va a ser “el del
oso”. Lo “penúltimo” que tengo que agradecerle es que el pago de una beca de la
FISCAM, aprobado en esta institución pero que tenía que hacer efectivo la
extinta Gerencia de Atención Primaria de Albacete (ahora la GAI), irá, si el
administrador que me informó no se equivoca, a engrosar futuras listas de
impagos. De esta manera, en el mejor de los casos, un dinero que los miembros
del equipo investigador tuvimos que adelantar de nuestro bolsillo en 2012 se
recuperaría en una futura convocatoria de pago a proveedores, es decir al menos
un año más de demora.
Pero es que, “mir’usté”
(parafraseando a algunos grandes líderes patrios) yo no soy un proveedor. Yo me
presenté a una convocatoria pública de carácter competitivo, me concedieron una
asignación económica que ha sido aprobada por el organismo competente y solo
falta que me lo ingresen. Yo no soy un empresario que sirva ningún producto ni
servicio al gobierno regional.
El segundo hecho inquietante
fue la visita al centro de salud de una enviada de la gerencia (ese engendro
llamado GAI). Poco nos han visitado los gestores “peperos” en estos dos año y
pico, de hecho al que fue gerente de la extinta Gerencia de Atención Primaria
no llegamos a conocerle después de dos años. Por eso ya inquieta que manden a
alguien, pero es que además el motivo de la reunión era doblemente inquietante:
“gestión de agendas”. A profesionales que llevamos trabajando en atención
primaria 20, 30 o más años ahora pretenden decirnos cómo tenemos que gestionar
el tiempo. No dudo que haya quienes después de trayectorias profesionales tan
dilatadas no sean capaces de gestionar el suyo de una manera eficiente, es más,
puede que incluso alguno haya perdido facultades. Pues bien, que identifiquen
dónde hay oportunidades de mejora y apliquen las medidas que consideren
oportunas. Pero que no insulten de forma indiscriminada nuestra inteligencia.
Quiero subrayar solo un
detalle que ilustra la estrechez de miras de los actuales gestores. Según la
persona que nos visitó, no es admisible que un profesional ocupe tiempo de su
horario laboral para tareas de investigación. Semejante barbaridad, contradice
los fundamentos más básicos de la profesión médica, en general, y especialmente
de la Medicina de Familia. Espero que solo refleje la opinión personal, quizás
también la insuficiente formación, de la persona que se atrevió a emitir tamaño
disparate. Pero si no es así, y refleja el punto de vista del Sescam, hago
desde aquí un llamamiento para que las sociedades científicas, tanto a nivel
nacional como internacional, tomen cartas en el asunto.
Los que tuvimos la suerte de
poner en marcha la reforma de la atención primaria o, como en mi caso, aprender
de aquellos que lo hicieron, manejábamos en aquellos tiempos unos textos
editados por el Ministerio de Sanidad correspondientes a una colección
denominada genéricamente “Atención Primaria de Salud”. En la llamada “Guía de
funcionamiento del Equipo de Atención Primaria” se especificaba, a modo
indicativo, una distribución de tiempos para el médico con un 75% del mismo
dedicado a la atención directa a los pacientes, un 10% dedicado a tareas
administrativas y un 15% dedicado a tareas de formación e investigación (en los
centros de salud docentes este porcentaje debería incrementarse). Pues bien, no
ha habido ninguna reglamentación posterior, ni por parte del ministerio ni de
nuestro servicio de salud (al menos yo la desconozco; en tal caso debería
admitir mi ignorancia).
Me temo que detrás de esto de
la “gestión de agendas” hay una estrategia mucho más retorcida: se trata de
“exprimir” al máximo la capacidad de trabajo de los profesionales de cara a una
eventual privatización de los servicios de salud. Para una mentalidad
mercantilista solo cuenta el tiempo de atención al público. La formación y la
investigación, ligados estrechamente a la mejora de la calidad del servicio que
se presta, no interesa. Para ellos solo cuenta la cantidad. En cuanto a la
calidad, vuelven a la ya conocida estrategia del “cuanto peor mejor”. El
objetivo: deteriorar la sanidad pública para dejarla a precio de saldo en manos
privadas.