Se
ha convertido en un lugar común el que los secesionistas catalanes,
y un sector de la ciudadanía del resto del estado que se dice de
izquierda (aunque probablemente muchos sean más bien aquellos que
se autodenominan “transversales”), llamen fascista o franquista a
quienes no comulgan con sus ruedas de molino. Les han llamado así a
los políticos de la oposición en el Parlament, y no solo a los más
“españolistas”, como PP o Ciudadanos, también a los del PSC o
CSQP. Se lo han llamado también a gentes tan poco sospechosas como
Serrat, de forma que realmente el término en boca de estas personas
es poco contrastable.
¿Qué
es
lo que entienden
por “feixisme”/fascismo?
He
buscado el significado del término
(http://www.diccionari.cat/lexicx.jsp?GECART=0062944).
Si dejamos de lado las acepciones que tienen que ver con las
referencias a la Italia de Mussolini, nos queda: “Actitud
autoritària, arbitrària, violenta, etc., amb què hom s'imposa a
una persona o a un grup”. La
RAE, y al margen de las referencias italianas, es
menos concreta:
“Actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se
considera relacionada con el fascismo”. De
forma que siguiendo la definición de “feixisme”
hemos de entender que aquellos que
reciben estos apelativos se han hecho acreedores a los mismos, quizás
por alguna de estas razones:
-
Imposición autoritaria de normas de funcionamiento en un parlamento,
desoyendo a la oposición (a
fin de cuentas tienen menos representantes, no importa que contaran
con más votos populares y que unas leyes electorales a la medida de
los que han detentado el poder en los últimos 40 años les
perjudicaran).
-
Interpretación arbitraria de los resultados electorales: un 47-48%
de los votos emitidos (no digamos ya sobre censo total) es la
voluntad del pueblo.
-
Imposición de un plebiscito,
que plantea una pregunta totalmente dirigida sin opciones de
matización, y que descarta los puntos de vista opositores.
Por
otra parte, es probable que se haya visto en estas personas otras
características muy asociadas con los movimientos fascistas:
-
Nacionalismo exaltado, con consideración de los desafectos como
ciudadanos de segunda categoría, o simples súbditos de un poder
extranjero.
-
Identificación de “voto” con “plebiscito”, desacreditando la
pluralidad política como intento de injerencia externa.
Por
eso no me sorprende que a 28 de octubre de 2017, y después de uno de
los días más lamentables de nuestra historia reciente, haya quien
festeja como “triunfo democrático” la decisión de 70
parlamentarios que representan a poco más de un 40% de votantes,
supuestamente
en
base a un simulacro de referéndum
que
respondía a una convocatoria de parte, sin censo, sin controles
sobre la participación, con mesas conformadas por voluntarios y sin
ningún reconocimiento ni siquiera de los mismos observadores
convocados por la organización.
Tampoco
me sorprende que estas mismas personas hablen de las “elecciones
tuteladas por Rajoy”. Porque claro, es que esas elecciones
permitirán que se presente cualquier opción política, les
permitirá hacer campaña incluso poniendo a su disposición de forma
gratuita medios de comunicación públicos, existirá una comisión
electoral independiente y un censo en
el que todas las personas que deseen ejercer su derecho al voto
podrán comprobar su inscripción,
las mesas se conformarán por personas seleccionadas al azar, podrá
haber apoderados de los distintos partidos, habrá un recuento
independiente, supervisable y contrastable, y se
conformará un parlamento en base a la ley vigente, que ya se sabe a
quien beneficia, pero no todo iba a ser perfecto.
No
se debería haber llegado a esta situación. El gobierno catalán
tuvo la gran oportunidad de evitarlo, y así parecía que iba a
hacerlo cuando el día 26 se hablaba de convocar elecciones. Igual
que a los no secesionistas no les importó en su día que a las
anteriores les llamaran plebiscitarias, seguramente tampoco ahora les
hubiera importado que les llamaran constituyentes o como les hubiera
venido en gana.