miércoles, 27 de marzo de 2013

Un año “amarrado a la columna”







Espero no molestar a nadie con el título, que, a pesar de las fechas en que estamos, no tiene ninguna intención especial, más allá de la de llamar la atención del lector.

El día 15 de marzo de 2012, coincidiendo con la celebración de unas Jornadas sobre Sanidad Pública y Sostenible, se publicó mi primer artículo en El Pueblo de Albacete. Este fue el inicio de una colaboración semanal, que llevó a la publicación de una columna todos los miércoles, de forma ininterrumpida, hasta el 16 de enero de 2013, en que después de haber publicado el artículo titulado “Bien pagá”, fue retirado de la web de dicho diario. Y ahí acabó mi colaboración con quienes “a estas alturas de la película” ejercen la censura para proteger a sus protectores (valga el juego de palabras a pesar de la redundancia).

En ese tiempo fueron muchas las personas que me comentaban sobre lo escrito, personalmente o a través de las redes sociales. Ocasionalmente también apareció algún comentario de apoyo o reconocimiento en la web del periódico. Sin duda esto siempre fue un aliciente, pero al margen de este respaldo, escribir una columna semanal ha estado suponiendo una verdadera terapia personal. Verbalizar toda la rabia contenida que genera el entorno económico y político que nos ha tocado vivir ha sido un ejercicio de lo más saludable.

Así que decidí continuar con mi columna semanal en este blog, que había creado coincidiendo con el comienzo del año y la desaparición de la versión impresa de El Pueblo de Albacete. Los primeros datos de seguimiento me alentaron a seguir en esta línea: 167 visitas hubo en “Bien pagá” y 131 en “Censura”. Sin embargo “Agotados de esperar el fin” cayó a 37, “La guerra de Gila” a 20, y la serie “Privatizando” ha tenido un máximo de 21 y un mínimo de 8. En las últimas semanas ha habido un pequeño repunte, llegando hasta superar a veces las 50 visitas. Curiosamente ha habido semanas con casi tantos visitantes del blog en España como fuera, destacando EEUU, con algunas visitas esporádicas en Alemania o Reino Unido (incluso una de mis hijas me lee alguna vez en Holanda).

Qué duda cabe que la columna del periódico era un escaparate mucho más accesible que el blog. Llegaba a mucha más gente, aunque fuera por casualidad. Había muchos lectores esporádicos, y para los más asiduos un lugar definido dónde localizar el artículo. No me preocupó nunca colaborar con un medio de comunicación reaccionario mientras me dejaron expresarme con libertad. Creo que valió la pena pagar el peaje “colaboracionista”, si es que así se puede llamar.

En otro orden de cosas, en el año transcurrido mucho ha cambiado, y no precisamente a mejor. Inicié la columna en “un momento dulce”. Unas semanas antes habíamos celebrado las III Jornadas de Medicina de Familia para estudiantes de medicina, con un éxito rotundo, fruto de la colaboración de la Sociedad Castellano-Manchega de Medicina de Familia (SCAMFYC) y de los representantes en la Facultad de Medicina de Albacete de la Federación Española de Asociaciones de Estudiantes de Medicina (IFMSA). Esa colaboración se continuó en las Jornadas de Sanidad Pública y Sostenible, como una gran demostración de fuerza frente a las políticas privatizadoras de nuestros gobernantes, en Toledo y Madrid. Pero, en palabras de Ismael Serrano, de un tiempo a esta parte “todo parece más feo”.  Ahora bien, que no se interprete esto como claudicación. Pero quizá si que valga la pena pararse un poco a reflexionar y tomar de nuevo impulso.

Con todo el agradecimiento a aquellos que han ido siguiendo asiduamente la columna, desde el convencimiento de que solo por ellos ya vale la pena seguir escribiéndola, entiendo que tengo que ser consecuente y no empecinarme en mantener una tarea probablemente estéril. Esto no quiere decir que eche el cierre al blog. Seguro que puntualmente habrá cuestiones sobre las que me apetezca “largar”, y lo haré desde aquí, pero ya está bien de “cansineo” semanal.

¡Hasta otra!

miércoles, 20 de marzo de 2013

La “burbuja hospitalaria”



 



En un magnífico artículo titulado “El pinchazo de la burbuja hospitalaria”, Elena G. Sevillano explicaba en El País del 2 de marzo cómo se gestó uno de los mayores despropósitos de la política sanitaria de nuestro país, la que se ha dado en llamar “burbuja hospitalaria”. Una estrategia de políticos populistas de diferentes partidos (pero fundamentalmente de lo que ya se conoce como “PPSOE”), con cortedad de miras electorales, que llevó al despilfarro de unos muy limitados recursos (con una inversión pública en sanidad que apenas ha superado el 7% del PIB, muy por debajo de los países de nuestro entorno) en construcciones faraónicas.


Hablaba la periodista del que se decía iba a ser el “mayor hospital de Europa”, una mole en el barrio residencial de Santa María de Benquerencia, en Toledo. Cuando a finales de 2011 fueron suspendidas las obras por el actual gobierno regional “ya se habían gastado 140 millones y se había ejecutado el 30% de la obra, iniciada cinco años antes”.  Los resentidos sueldos de los profesionales sanitarios y los recortes en prestaciones para los usuarios dan una idea de quién paga este y otros despropósitos (ya he hablado hasta la saciedad de los muchas veces innecesarios hospitales comarcales en otras ocasiones).



En el artículo se recogía la opinión de Salvador Peiró, del Centre Superior d’Investigació en Salut Pública (CSISP), organismo que depende de la Generalitat valenciana, que subrayaba la concentración de estas políticas en lo que podríamos llamar “eje centro-levante”. Madrid y Valencia, las comunidades que han abanderado la estrategia privatizadora, y por medio el “caso manchego” (ya hablé en “Privatizando (III). Protagonistas” del papel que desempeñó Castilla-La Mancha y destacados miembros del ámbito del PSOE en la génesis del primer proveedor de servicios médicos público-privados de España). Señalaba Peiró  que “el incremento del gasto sanitario fue extremadamente clientelar, en ocasiones se asoció a estrategias urbanísticas…  y llevó al despilfarro”. Sevillano recogía opiniones de otros expertos. Así Juan Oliva, presidente de la Asociación de Economía de la Salud, hablaba de “arquetipos de mal gobierno a la hora de abordar inversiones poco meditadas y temerarias, localismo en el desarrollo de centros y carteras de servicio y abandono de referentes técnicos en la planificación de oferta”. Por su parte, José Ramón Repullo, profesor de Planificación y Economía de la Salud de la Escuela Nacional de Sanidad, decía: “Aquí se da esencialmente una alianza entre constructoras, políticos regionales y políticos locales, con el silencio más o menos cómplice de los demás agentes, que no se atreven a levantar la voz. ¿Quién puede decir que no hace falta un hospital en un sitio concreto, y no correr el riesgo de ser corrido a gorrazos por los vecinos y comerciantes interesados?”.



La respuesta no se hizo esperar. El día 6, en una carta publicada por dicho periódico, el que fuera consejero de sanidad, Roberto Sabrido, cargaba contra los que llama “eminentes profesores”, a los que acusa de no dar “datos para sostener sus afirmaciones”, así como “tampoco quien firma la noticia”. Pero sin embargo él da explicaciones tan ambiguas como la “población que tendría que atender para hacernos una idea real de sus dimensiones” (se refiere al que iba a ser “el mayor Hospital de Europa”, es posible que en la planificación se hubiera tenido en cuenta, entre otras, la población que algunos pretendían ubicar en Seseña), o “que con el número de quirófanos actuales tenemos en la provincia de Toledo listas de espera que superan lo razonable”.



Hace unas semanas dije que tenía que hablar un día de las listas de espera. Y es que este es el argumento preferido por los políticos populistas cuando hablan de sanidad. Pero este concepto encierra una gran heterogenicidad, no se puede “meter todo en el mismo saco”. No es lo mismo la demora en hacer una mamografía a una mujer con una lesión mamaria sospechosa de malignidad, que la demora que pueda existir, por ejemplo, en extirpar un quiste sebáceo. Ponerlo todo al mismo nivel fue lo que llevó a la nefasta política de “peles” y a los conciertos con clínicas privadas que han estado en el germen de la preponderancia que han adquirido las empresas de gestión público-privada. La administración sensata de las listas de espera es una de las garantías de equidad y de sostenibilidad de un sistema público de atención a la salud.



En Salvados, el magnífico programa de Jordi Évole, se trató recientemente el tema de la privatización de la sanidad, bajo el título: “De paciente a cliente”. En él, alguien tan poco sospechoso de animadversión hacia el PSOE como Rafael Bengoa, exconsejero de sanidad del gobierno vasco y flamante fichaje de Obama como asesor para la puesta en marcha de su reforma sanitaria, afirmaba rotundo: “ha habido burbuja sanitaria: el ladrillo en sanidad también ha sido tóxico”.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Reflexiones acerca de un fracaso




Los días 1 y 2 de marzo estaba prevista la celebración en Albacete de las IV Jornadas de Medicina de Familia para estudiantes de medicina. Sin embargo hubo que suspenderlas. La causa fue bastante contundente: 0 inscritos. Después de 3 exitosas ediciones previas, tanto en número de participantes como en las evaluaciones que estos habían hecho, no estábamos preparados para semejante batacazo.

Estas jornadas surgieron como iniciativa del grupo de pregrado de la Sociedad Castellano-Manchega de Medicina de Familia y Comunitaria (SCAMFYC), con el objetivo de acercar a los estudiantes los contenidos de nuestra especialidad, para ser más conocidos, pero también tratando de despertar el interés por una salida profesional que cada vez cuenta con menos adeptos. Ya expliqué algunas de las razones de esta desafección en mi antigua columna de El Pueblo de Albacete (http://www.elpueblodealbacete.com/articulos/1025-quien-quiere-ser-medico-de-familia/).

Había otro condicionante que nos preocupaba en el momento de su gestación: el cambio de plan de estudios. La adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (más conocido como Plan Bolonia) supuso la elaboración de un plan de estudios que ponía en peligro el futuro de la enseñanza de la Medicina de Familia en las Facultades de Medicina de la Universidad de Castilla-La Mancha. Dentro de la Facultad de Medicina de Albacete (en ese momento la de Ciudad Real aún no había empezado a funcionar) se gestaron una serie de alianzas para hacerse con el control de los órganos directivos y la comisión encargada de elaborar el nuevo plan de estudios. Aunque se partía de unas premisas básicas de una Orden Ministerial (ORDEN ECI/332/2008, de 13 de febrero), daban suficiente margen como para hacer un jugoso reparto de créditos, lo que supone disponibilidad de recursos económicos, de profesorado…, y en definitiva poder dentro del sistema.  Agotadas las posibilidades de negociación dentro de la Facultad de Medicina, tuvimos que recurrir al papel mediador del entonces Consejero de Sanidad Fernando Lamata. Gracias a él se pudo conseguir una asignatura de Medicina de Familia: 6 créditos (el mínimo indispensable para tener una asignatura) en 5º curso. Fue un gran logro tal y como se habían puesto las cosas, pero no era exactamente lo que los Médicos de Familia queríamos. Hay que tener en cuenta que la Facultad de Medicina de Albacete había sido pionera en cuanto a la inclusión de una asignatura obligatoria de Atención Primaria (la primera facultad en impartirla en España), que además era la primera experiencia clínica de los alumnos, en 2º curso.

Pues bien, en este contexto surgieron las I Jornadas, todavía impartiéndose la asignatura de Atención Primaria en 2º, al igual que en la siguiente edición. El gran reto, en nuestra opinión, estaba en las III Jornadas, sin estudiantes que cursaran nuestra asignatura (a lo que se sumó el no tener profesores asociados, por no haberse renovado los contratos). Sin embargo, fue la mejor de las tres, con cerca de un centenar de inscritos. A la estrategia inicial de ofertar un crédito de libre elección, se sumó la posibilidad para los alumnos de nuevo plan de estudios, que ya no tienen esta opción, de inscribirse a través de SCAMFYC. Una de las claves del éxito estuvo en la colaboración de los representantes en la Facultad de Medicina de Albacete de la Federación Española de Asociaciones de Estudiantes de Medicina (IFMSA), que hicieron una magnífica difusión entre sus compañeros.

¿Qué ha pasado este año para esta parada brusca? (record de desaceleración: de 100 a 0 en una edición). Seguramente ha habido coincidencia con exámenes. Unos porque se examinaban al lunes siguiente (es normal que optaran por quedarse estudiando), otros porque acababan de examinarse el jueves o el viernes (según la menor de mis hijas también es normal que se elija irse de fiesta antes que asistir a unas jornadas, aunque te estén ofreciendo tu primera experiencia relacionada con la clínica). También es más que probable que no se haya hecho una adecuada difusión de la información, ya que había estudiantes que decían no saber nada, o que pensaban que solo se ofertaba a un sector de los mismos. Los hubo que consideraron que no iba con ellos porque ya habían asistido a ediciones previas; estos no debieron tener acceso a la información sobre los talleres, porque eran diferentes (3 rigurosamente nuevos, y dos modificados de ediciones anteriores). Alumnos de cursos superiores, no se si de 5º o 6º, tenían alguna actividad relacionada con la preparación del MIR, que obviamente les preocupa más…

Siempre he pensado que hay que saber estar “a las duras y a las maduras”, y encajar con deportividad las derrotas igual que no dejarse llevar por la soberbia en las victorias. Pero aún así quiero dejar unas sugerencias de reflexión, como por qué se ha casi impuesto que los estudiantes con mejor curriculum en bachillerato vayan a estudiar medicina (“el amor ya vendrá”). O bien, ¿hubiera ocurrido esto con unas jornadas de transplantes o de cirugía plástica? (por poner ejemplos de actividades que tienen un amplio seguimiento, a la vez que un escasísimo interés en la formación de la inmensa mayoría de los futuros médicos). No podemos olvidar el saturadísimo plan de estudios, en su mayor parte a la medida de muchos de los profesores, no de los alumnos, lleno de contenidos intrascendentes para la formación de los futuros médicos. Por último, no puedo dejar de pensar que si los estudiantes están tan preocupados por el MIR es porque aspiran a sacar un buen número, precisamente para no ser médicos de familia. 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Privatizando (y V, por ahora)




Para cerrar esta serie de artículos sobre la privatización de la sanidad quiero hacer algunas reflexiones, que tienen que ver con la supuesta mejor gestión de la sanidad en manos privadas.
En el reiteradamente citado (en las anteriores entregas) artículo de Guillermo Abril y Jaime Prats en El País del día 6 de enero, se señalaba un dato obvio: los fondos de inversión sanitaria que están detrás de estos grupos de gestión público/privada “son la antítesis de lo que tiene que ser la gestión sanitaria... un expolio para vender después”. Es “dinero anónimo” que, buscando una rentabilidad inmediata, con el que avezados inversores se “apropian del excedente… revenden y pueden dejarte la concesión patas arriba”. En ese mismo trabajo se citaban unas palabras del exconsejero de Sanidad de Castilla-La Mancha Fernando Lamata: “El sector sanitario puede generar beneficios a los especuladores haciendo que crezca la expectativa de ganancia y vendiendo una empresa a mejor precio que cuando la compró. Esto ocurre en cualquier sector de la economía, pero en el sanitario puede hacer más daño, al debilitar una estructura de provisión de servicios que cuesta mucho crear, pero que es fácil destruir”.
Dónde está la supuesta rentabilidad de la gestión privada. Por una parte en una política de gestión de personal elástica, que permite pagar sueldos menores que en la sanidad pública. Sin embargo muchos profesionales están altamente satisfechos, porque existen sistemas de incentivos que puede hacer redondear jugosos sueldos. ¿Cómo se hace esto? Es sencillo: según las tareas que uno asuma percibe “una recompensa”. Esto puede llevar fácilmente a jornadas prolongadas más allá de lo “físicamente asumible” o a acometer tareas en las que la capacitación pudiera ser más que dudosa.
Otro de los rasgos que definen estos modelos es el centrarse en actividades de alta rentabilidad, como cirugías ambulatorias o de corta estancia, así como la asistencia obstétrica, ofreciendo “el gancho” del “confort hotelero”. Por el contrario, las patologías complejas se derivan al sector público, cuando no son los pacientes los que lo buscan directamente en casos cuya gravedad potencial hace pensar en la mayor dotación científico-técnica de éste. Los modelos privados tienden, en esta dinámica, a buscar pacientes de fuera de las regiones sanitarias que tienen adjudicadas: dado que cobran cantidades fijas de la administración por pacientes atendidos les interesa enormemente estas “captaciones puntuales”.

Es pues un negocio redondo. Te dan las instalaciones, te dan los pacientes, te dan una cantidad fija por ellos, atiendes lo que es rentable y lo que no lo mandas a la pública, y si a pesar de todo hay pérdidas ya viene luego “papá estado” a solucionarlo con el dinero de todos.

Los datos que aportan estas empresas, en los que basan el supuesto abaratamiento de la gestión, no contemplan el elemento esencial en ese contexto: la eficiencia. Es decir, lo que debe de importarnos como ciudadanos y como usuarios (activos o potenciales) es cuánto cuesta disponer de un determinado nivel de servicios y qué resultados (especialmente en indicadores de salud) se obtienen. En este sentido la sanidad pública que hemos tenido en España ha demostrado estar en los puestos de cabeza del ranking mundial. Esos son hechos, lo demás es “venta de humo” y “pelotazos económicos de cuatro listillos”.