Este
blog ha estado en silencio por mucho tiempo. Hubo un momento en que
tuve la sensación de que me estaba repitiendo y simplemente paré.
Pero el espectáculo bochornoso de hace unos días en el Parlamento
de Cataluña me ha generado una serie de sensaciones que me apetece
plasmar de forma algo ordenada.
Eso
que ha dado en llamarse el “procés” daría argumento para mil y
una historias, algunas incluso muy divertidas, si no fuera porque
maldita la gracia que tiene esta siembra de odio.
De
lo que no cabe duda es que sus principales actores constituyen todo
un elenco de ópera bufa. Es inevitable ver en el “Molt Honorable
President
de la Generalitat”
a un bufón de opereta, con ese flequillo indómito y los ademanes
algo torpes que le caracterizan. Aunque más bien habría que pensar
en un guiñol, si consideramos que son otros los que deciden sus
palabras y movimientos. Y qué decir del Vicepresident, ese tipo
estrábico que siempre realza su grotesca obesidad con camisas varias
tallas menores de lo que debieran, y que parece siempre a punto de
“romper el botijón” como en aquella memorable entrevista
radiofónica en la que pedía entre “pucheros” que le dejaran ser
independiente.
Hay
otra “Molt Honorable”, la “Presidenta
del Parlament”, gran protagonista de los lamentables
acontecimientos de hace unos días. Como bien demostró, sin altura
política, ni mucho menos intelectual, para ocupar un cargo al que se
hizo acreedora solo por su fanatismo.
Se
que es demasiado facilón recurrir a los juegos de palabras con los
nombres de las personas, pero es irresistible hacer mención a cómo
algunos personajes han acabado acoplándose a sus apellidos. Siempre
lo he pensado de Tardà, al que parece que le falta un hervor, pero
qué decir de Rufián o Fachín (si vale, es sin tilde, pero me he
permitido esa licencia literaria para que cuadre con la imagen que
tengo de él; Pablo Iglesias parece que tampoco lo tiene en mucha
estima, y sabe bien el daño que está haciendo a su partido...).
Pero
con todo, nadie que iguale a la sin par Anna Gabriel. La mujer del
horroroso flequillo hachazo que realza aún más si cabe esa mirada
tan inescrutable. Puede que intimide en sus poses más agresivas,
pero lo que a mi me inquieta es cuando parece ensimismada. En qué
piensa en esos momentos. A veces su mirada parece dirigirse al
infinito, y es fácil suponer que entonces vislumbra esa tierra de
promisión con la que sueña. Más oscura es su mirada cuando aparece
cabizbaja. No puedo dejar de relacionar esa mirada con oscuros
presagios de deportaciones, muros “trumpianos” y gulags.
No
concibo cómo alguien puede asimilar a las llamadas CUPs con la
izquierda. Quizás si con las peores pesadillas que a lo largo de la
historia se han vinculado a este ámbito político, desde el
estalinismo al “Movimiento Vasco de Liberación” (Aznar dixit),
sin olvidar a los zafios Maduro o Kim Jong-un. Sin embargo hay algo
en la “esencia izquierdista” (por llamarlo de alguna manera) que
nos lleva a tratar de asimilar y dar cobertura a las más absurdas
pretensiones humanas, basta con que se hayan dado un cierto barniz de
“a contracorriente”. Y así nos ha ido pasando con Cataluña, a
unos más a otros menos. Vale que todo esto seguramente no estaría
pasando si en su día el PP no hubiera alimentado la “catalanofobia”
recogiendo firmas contra el Estatut, y si un Tribunal Constitucional
politizado a la medida del mismo partido no hubiera rechazado lo ya
aprobado en referéndum. Pero de ahí a tragarnos la historia del
pueblo oprimido hay una gran distancia.
Porque
no podemos aceptar que nos traten de colonialistas a los que somos la
parte más débil del estado. Porque si ellos son hoy en día la
parte más rica del mismo, además de por méritos propios que no
pongo en duda, es en gran parte por las inversiones que
históricamente han hecho allí los gobiernos centralistas para
contentar a la burguesía catalana (especialmente durante la
dictadura, por otra parte “hipotecada” con la ayudas económicas
recibidas de banqueros catalanes). Porque si ellos se hicieron
grandes fue en gran parte a costa del trabajo de tantas gentes de
nuestras tierras que tuvieron que emigrar, y si ahora sus hijos y sus
nietos se han envuelto en la bandera del secesionismo estos nos están
infligiendo una doble traición. Porque no es de recibo que cuando te
has llevado el mejor trozo de la tarta digas “aquí cortamos, cada
cual por su camino, lo comido por lo servido y que cada palo aguante
su vela”.
No.
Ya vale de “buenismo”. Hablemos en plata: estamos ante una
pretensión pequeñoburguesa orquestada por politicuchos sin
escrúpulos que han sabido alentar el egoísmo de muchos catalanes
(hasta ahora sin llegar a alcanzar a la mitad de los que votan)
haciéndoles creer que si se despojan de la parte pobre del estado
vivirán mejor. Pero eso, si llegase el caso, todavía estaría por
ver.
Claro y con buen tono. Un artículo estupendo.
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