Qué mejor momento para
retomar la escritura del blog que aquel en que se conmemora la proclamación de
la II República Española, y tanto ansiamos muchos la llegada de la III.
En estos tiempos de crisis,
no sólo económica, también política y de valores, se impone una profunda
regeneración de nuestra sociedad. Son muchas las urgencias y es difícil
priorizar, pero qué duda cabe que el modelo de estado debe redefinirse sin más
dilación. Afortunadamente, la monarquía ha puesto al descubierto todas sus
miserias, allanando el camino del cambio.
Decía hace unos meses el actual rey,
según informó la agencia Reuters en el seguimiento de un viaje oficial a la
India, que "desde fuera, España se ve mejor, sales más contento de la
imagen de España; dentro, dan ganas de llorar, todo son penas… ". No lo
han sido desde luego para él ni su “realmente” extensa familia, empezando por
sus mayores, que tan suculentas herencias le dejaron, en confortables cuentas
suizas claro, así como toda la corte de amigotes y amigotas que pululan
alrededor. El espectáculo que ofrecen sí que da ganas de llorar, de vergüenza
ajena. No hay más que ver los compañeros de cacerías del monarca o las queridas
que se le atribuyen. Qué decir de los yernísimos que no se haya dicho hasta la
saciedad. A las hijas siempre se las distinguió como la tonta y la lista, pero
al final parece que ésta lo ha sido de más. O qué decir del heredero, que lo es
gracias a una ley machista, aunque ahora quiera que se derogue para que no se
vean perjudicadas sus hijas; él no ha tenido problemas de hipoteca ni miedo al
desahucio, que para eso le hicieron un palacio junto a la Zarzuela (aunque la
cosa es más de opereta bufa) a cuenta de todos nosotros. Y si no su señora, la expresentadora del “urdázidiario”, la que
en su primer divorcio (de momento) se desprendió también de ideas republicanas
y laicas, y ha abrazado ardientemente al tiempo la fe monárquica, religiosa y
plástico-quirúrgica.
Más allá de la infinidad de
consideraciones racionales, éticas o históricas que pudiéramos hacer contra la
monarquía, me basta una de carácter práctico: este dispendio no nos lo podemos
permitir, en este sentido sí que hay que decir que hemos tenido familia real
por encima de nuestras posibilidades. Un presidente republicano supondrá en
todo caso una residencia oficial y un sueldo, amén de estar a gastos pagados,
tanto o menos que muchos de los políticos que padecemos.
A veces se ha dicho (yo lo he dicho, desde
luego) que para tener, pongamos por caso, a un Aznar de presidente de la
República, más valía seguir con el Borbón. Esos lujos ya no están a nuestro
alcance, vótese y traguemos con el que nos toque, que ya habrá oportunidad de
cambiarlo.
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