miércoles, 6 de febrero de 2013

Privatizando



Aunque la realidad es tozuda y, día si día también, nos sacude con nuevas evidencias que no dejan lugar a dudas sobre la catadura moral de aquellos que nos (des)gobiernan, no debemos perder de vista que, por encima de “un quítame allá esos sobres”, con lo que verdaderamente nos hacen daño es con sus políticas, que son las que a la postre les enriquecen. Los sobres solo llevarían calderilla en comparación. Por eso es preciso insistir, hasta el hartazgo si hace falta, en que uno de los intereses centrales de la política de la derecha es la privatización de los servicios públicos. Quiero en el artículo de hoy reafirmar algunos de los planteamientos que vengo defendiendo desde hace tiempo, apoyándome en datos extraídos de la prensa nacional.

Leía hace unas semanas, en El País del 2 de diciembre, un reportaje firmado por Abril, Sevillano y Prats, sobre el trasvase bidireccional de directivos y gestores entre los sectores público y privado de la sanidad. Hablaba de lo que los anglosajones llaman “revolving door”, que podríamos traducir como “puerta giratoria”, y que hace referencia al “tránsito del sector público al privado de directivos que pasan de vigilar a las empresas a trabajar para ellas”. Señalaban cómo esto es ya frecuente en España: “personas que ponen al servicio de las firmas privadas todo el conocimiento adquirido en la sanidad pública como al contrario, cargos que desde la Administración impulsan iniciativas privatizadoras que benefician a las empresas del sector sanitario…”la estrategia del caballo de Troya””.  Según la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) existiría “una falta de información sobre el resultado de las experiencias privatizadoras: contrariamente a lo que publicitan sus defensores, en la práctica no se han demostrado ventajas que aconsejen su adopción”. Subrayaban los autores: “Se dice que la sanidad pública no es rentable, pero sí parece un negocio desde el punto de vista de la privada”. En palabras de un consejero de Capio: “La prueba es que todos los fondos de inversión mundiales quieren invertir en la sanidad privada”.
Concluía este artículo con la siguiente aseveración: “en tiempos de recortes públicos, aumenta la demanda de atención privada y, además, la posibilidad de estas empresas de ganar dinero con las privatizaciones…”.

Ese mismo periódico, publicaba el 18 de noviembre un artículo de Fernando Barciela, sobre “La excelente salud de la sanidad privada”, en el que señalaba que “pese a la crisis, los seguros de salud han crecido un 29% entre 2007 y 2011, desde los 5140 hasta los 6589 millones de euros, y las clínicas privadas, un 16% en el mismo periodo”. Estos resultados explicarían “el interés del capital riesgo que hace cola cada vez que se anuncia una oportunidad”. Las dificultades que atraviesa la sanidad pública “son vistos por las aseguradoras y sus suministradores, los grupos hospitalarios, como una oportunidad”, al tiempo que “están disparando un nuevo segmento de clientela, los que buscan un servicio complementario debido a que las reformas de la sanidad van a dejar a gente fuera, o con menos prestaciones”, o por el hecho de que las listas de espera “se estén disparando en algunas comunidades”.

También El País publicaba el 28 de octubre un extra de su suplemento  de economía sobre “Los recortes de la salud”. En él, García Vega subrayaba que “es imposible ahorrar 7267 millones de euros en gasto sanitario, como pretende el Gobierno, sin generar dolor. En los pacientes, en la atención médica, en los profesionales que prestan el servicio, en la calidad de la asistencia, en la biotecnología, en la investigación sanitaria…en la salud”. En ese reportaje se recoge la opinión de Joan Benach, experto en salud pública y profesor de la Universidad Pompeu Fabra, sobre cómo se quiere hacernos “pasar de un sistema nacional de salud a otro basado en el seguro sanitario privado para los ricos, la Seguridad Social para los trabajadores y la beneficencia para el resto de las personas”, al tiempo que advierte: “La salud es un negocio infinito y la quieren convertir, al igual que la educación, en una nueva burbuja económica”. “Para hacer negocio con la privada primero tienes que desprestigiar, debilitar y parasitar la pública”, de forma que “todo responde a una estrategia ideológica”, que vendría a decir: “El sistema privado es más eficiente que el público, los usuarios están abusando de la sanidad o el sector público es insostenible y burocrático”. Sin embargo, “ninguna investigación rigurosa, ni la Organización Mundial de la Salud, sostienen estas tesis”.

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