viernes, 27 de septiembre de 2013

De "los bajos"



De los Países Bajos, en concreto, llega la penúltima vuelta de tuerca de los “sacacuartos”: también vamos a tener que pagar por mear. Pronto también habrá que hacerlo por respirar.

Digo de los Países Bajos porque va ser una empresa holandesa la beneficiaria. No es extraño, ya que en aquel país debe ser un negocio rentable a la vista de lo extendido que están los aseos de pago.

Aquí también se conocían. Recuerdo perfectamente aquellos aseos en los que “vivía” una señora con un platillo en el que recogía las monedas que le iban dejando quienes entraban allí. Afortunadamente fueron desapareciendo, coincidiendo con la democratización y la modernización del país. Realmente así me lo pareció siempre, un síntoma más de que un pasado cutre iba quedando en el olvido. Por eso me ha sorprendido siempre tanto ver que en países supuestamente más avanzados se mantenía esta actividad que, con todo el respeto a quienes la desempeñan, me parece humillante (una cosa es que alguien realice actividades de limpieza, como en cualquier otro lugar, y otra muy distinta es “vivir” en un retrete). De hecho, he ido viendo con satisfacción como en países como Francia iba desapareciendo esta actividad en los últimos años. Pero los bárbaros son irreductibles, y ciertamente los Países Bajos, y su “flamenca” área de influencia (Bélgica, Luxemburgo), lo son en este asunto. Curiosamente conviven estos aseos de pago con mingitorios cutres en plena vía pública: una estructura metálica en medio de la calle que oculta la meada de aquellos hombres (claro que es solo para hombres, las mujeres no tienen esta opción, de momento) que se atreven a adentrarse en semejante cochinera.

Ahora ha saltado la noticia de que ADIF, la misma empresa que ahorra en medidas de seguridad en los trenes, va a dejar en manos de una empresa holandesa los aseos de la estación de Atocha en Madrid. Así, de paso, hemos sabido que esa empresa “waterera” ya está extendiéndose por Cataluña (perdón Catalunya, no se si Catalonia, que ya no tengo muy claras las preferencias lingüísticas en los Països -¡qué despliegue de diéresis!-), aunque esto sí que no me ha sorprendido: ya sabemos que “la pela es la pela”.

Posible ventaja (?): son muchos puestos de trabajo los que proporcionan los aseos de pago, al menos en los Países Bajos (no voy a insistir más en la calidad de los mismos). Aquí no se si va a ser el caso, porque también está la opción del acceso automático: moneda a la máquina y para adentro.

En las desventajas evidentes, aparte del sacacuartos continuo en que quieren convertir nuestra vidas, el de todos aquellos y aquellas que opten por la alternativa de aliviarse en plena calle (y aquí sin mingitorios alternativos), porque no puedan o no quieran pagar por culpa de sus necesidades fisiológicas. Aconsejaría cuidado con dónde pisan aquellos que vayan a Atocha o pasen por sus alrededores.


Una última reflexión: a quienes visiten los Países Bajos y tengan necesidades fisiológicas que aliviar les recomiendo las iglesias protestantes, que tienen unos aseos estupendos y son gratis (por cierto esta palabra también existe en flamenco). Y me pregunto cómo no incorporan esta iniciativa las iglesias católicas, con tanto meapilas como tenemos en este país. 

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